domingo, 14 de septiembre de 2008

sábado, 9 de agosto de 2008

rompecabezas: http://www.jigzone.com/puz/embed.php?c=Z&i=C6055D553C68&z=1
UN MUNDO SIN HUMANOS
Hagamos un ejercicio de imaginación apocalíptica de la mano de los expertos. ¿Cómo sería el planeta si de repente desapareciéramos todos? ¿Qué pasaría un día después? ¿Y pasados 300.000 años? Ciudades invadidas por la vegetación y las fieras. Atmósfera radiactiva. El viaje resulta inquietante.
· Transcurrido un año del abandono, el pavimento de las calles se llena de grietas. De ellas salen plantas y musgos
· Los caballos pueden sobrevivir. Los perros lo tienen crudo. Cucarachas y ratas lo pasarán mal en climas fríos.
· Las cerámicas quedarían casi como único vestigio cultural. Los grandes museos y sus obras durarían dos siglos
· ¿Qué es lo que más resistiría? Los trabajos hechos con plásticos y PVC, bronce, vidrio y fibra de vidrio
· Recuperar íntegramente la atmósfera que respirábamos antes de la era industrial llevaría unos 300.000 años
Imagine por un momento que un día se despierta y descubre que es el único habitante de la Tierra. De la noche a la mañana, la totalidad de la humanidad se ha evaporado por arte de magia. Si vive en una ciudad, descubrirá que las calles están vacías, los automóviles detenidos, aunque los ciclos de los semáforos prosigan. Las chimeneas de algunas fábricas en las afueras siguen echando humo, pero ya no hay nadie en su interior. Las luces de emergencia nocturnas siguen vigentes en los edificios de las grandes compañías, hospitales, grandes almacenes? y los paneles luminosos de los anuncios comerciales se encienden y apagan como si nada. Se siente alarmado, presa de una mezcla indefinible de soledad y cosas que funcionan solas. Enciende los interruptores de su casa. Aún hay luz. La nevera funciona. Pero la radio escupe un siseo, sin voces ni música, y lo mismo sucede con la televisión: una carta de ajuste, o simple nieve electrostática.
Y se pregunta: ¿qué va a ocurrir? ¿Persistirá el suministro eléctrico? ¿Hasta cuándo? Intuye que no va a tener problemas en alimentarse; bastará romper las cerraduras de cualquier comercio. ¿Y qué va a suceder dentro de un año?, ¿y de diez? O quizá, en su imaginación, pueda transportarse al futuro, un siglo hacia adelante, o pongamos diez siglos, cientos de miles de años, millones de años. ¿Cómo cambiará el mundo, las ciudades, los animales y el clima? ¿Podría la naturaleza curarse del indudable daño cometido por el hombre? Sin duda, se trata de un experimento de la ecología imposible de realizar. Para encontrar una respuesta, Alan Weisman, profesor de periodismo científico de la Universidad de Arizona y reputado escritor de ensayos científicos en revistas como Discover o The New York Times, decidió consultar con decenas de expertos en ecología, biología de la extinción e ingenieros, y agrupar todas las respuestas en un libro que acaba de ver la luz en Estados Unidos, The world without us (El mundo sin nosotros. Editorial Debate).
Llegará un momento en que los interruptores de la luz no funcionen. La mayoría de las centrales eléctricas tienen sistemas de seguridad que cortan el funcionamiento si detectan que no existe mantenimiento por parte de los seres humanos. Las térmicas ?que queman carbón o petróleo para producir electricidad? serían las primeras en pararse. En cuanto a las centrales hidroeléctricas, una tormenta puede jugar una mala pasada en cualquier momento; las ramas y desperdicios que recibe una presa podrían obstaculizar la salida de agua y la producción eléctrica. Weisman describe el caso de la ciudad de Panamá, donde "los seres humanos controlan la fuerza del caudal del río Chagres para ver cuándo tienen que abrir las esclusas y dejar pasar el agua". Sin ese control, la electricidad no tardaría en esfumarse. Cuestión de pocos días.
Si usted viviera en una ciudad alimentada por una central nuclear, es posible que consiguiera un poco de tiempo extra de energía, aunque el precio le saldría caro. Sin mantenimiento, una nuclear corta el suministro de electricidad, aunque lo último en dejar de funcionar dentro de su sistema nervioso sería el circuito de agua que refrigera el reactor. La central de Palo Verde, en EE UU, es una de las más modernas, y dispone de generadores diésel capaces de mantener vivo este circuito durante siete días. Después, sin agua que lo enfríe, el reactor se fundiría. Las 441 plantas nucleares que existen en el mundo entrarían, una a una, en piloto automático, y se quemarían, liberando su contenido radiactivo a la atmósfera. Y sólo han transcurrido diez días desde que empezó la pesadilla: ahora, el mundo que antes conocía está a oscuras. Y su aire es mucho más radiactivo.
Con el tiempo, los edificios y las estructuras urbanas tampoco permanecerían impasibles. El gran enemigo, dice Weisman, es el agua. En el caso de la isla de Manhattan, muy rica en fuentes y acuíferos subterráneos, los ingenieros tienen constantemente que bombear agua para que no se inunden los túneles del metro, que quedarían anegados en un par de días. Algo parecido podría ocurrir con Londres, Washington y Nueva York. Aunque Weisman no ha estudiado el caso de Madrid, sin duda el hecho de tener un río como el Manzanares ofrece la posibilidad de que en el futuro se desborde. Con el tiempo, el agua deshace el hormigón. Incluso aunque esté infiltrado por barras de acero o hierro, el agua terminará por oxidarlas. Y un metal oxidado se expande, resquebrajando el hormigón que lo envuelve. No es necesario viajar al futuro para que ocurra. Incluso con mantenimiento e ingenieros, el agua ha ocasionado desastres en infraestructuras imponentes. A principios del pasado agosto, un puente de Mineápolis, en EE UU, se desplomó, con su entramado metálico retorcido, causando la muerte a siete personas. Ya se habían detectado signos de corrosión en la estructura del puente y pérdidas de hormigón, según Weisman.
Transcurrido un año, la ciudad en la que usted vive ya ofrece un aspecto distinto. El pavimento de las calles se ha agrietado, consecuencia del agua infiltrada que en invierno se congela, y se expande cuando vengan tiempos más calurosos (todo el mundo sabe que no se puede meter una botella de agua en el congelador). En esas grietas comienzan a brotar plantas y musgos, y tras unos cuantos años, árboles. ¿De dónde han salido? Las semillas que proceden de árboles como el ailanto ?un árbol ornamental de crecimiento rápido, bastante común en una ciudad como Nueva York o Madrid? no han sido barridas ni retiradas de las calles. Este invasor procedente de China lanza sus raíces a más de cien metros de profundidad, y es capaz de superar con facilidad los veinte metros de altura. El ailanto y otras especies arbóreas se expandirán sin necesidad de jardineros. En la capital española, de acuerdo con Ginés López González, experto del Real Jardín Botánico de Madrid, la falta de riego pondría difícil las cosas a algunos árboles y abriría el camino a otros, como el olmo siberiano, "capaz de nacer entre las grietas de los adoquines y en los muros".
En cuanto a las casas, el proceso destructivo empieza en los techos, que conectan una pared vertical con otra, y que son los puntos más débiles. En esas uniones golpeará el agua. Las goteras inevitables. "Cualquier persona que se ocupe del mantenimiento de edificios lo sabe", explica Weisman. En una o dos décadas, la estabilidad de muchos techos estará comprometida. Y acabarán por derrumbarse en 50, puede que en 80 años. Aunque en España muchas cubiertas están hechas con tejas de cerámica, muy resistentes, lo cierto es que las goteras y la gravedad terminarán el trabajo. La mayoría de las casas que antes cobijaban a seres humanos se abrirán a la intemperie para su colonización. En cien años quizá.
Y los edificios más grandes, como los grandes museos, puede que duren un poco más, quizá dos siglos, aunque inevitablemente el agua y la humedad aumentarán en su interior ?especialmente en los niveles más subterráneos? hasta el punto de arruinar la mayoría de las obras de arte, en lo que Weisman califica como "un criadero de insectos". La humedad y las materias orgánicas son un caldo perfecto para la explosión de las bacterias; pinturas y frescos arruinados, obras de arte, libros, películas? sin las personas que se encargan de su cuidado, la inmensa mayoría del arte humano desaparecerá. No es lo mismo preservar las obras del pasado, por muy deterioradas que estén, que dejarlas a la intemperie. Si exceptuamos las cerámicas. Son extraordinariamente resistentes al paso del tiempo. El barro quedaría casi como el único elemento para que el arte sobreviva al tiempo.
La arqueología de las ruinas mayas puede ofrecernos una pista del aspecto que tendrían Madrid o Nueva York con el paso de los siglos; aunque el material del que estaban hechas -piedra natural en la mayoría de los casos- es mucho más resistente que el hormigón o el acero de las casas del siglo XXI. Aún no están claras las causas del desplome de la civilización maya, ocurrido entre los años 800 y 900 antes de Cristo. La selva tropical tardó diez siglos en engullir sus estructuras, pirámides y edificios. Así que es muy posible que ésa sea la visión que ofrezcan nuestras ciudades un milenio después del abandono; edificios resquebrajados, llenos de humedad, plantas, musgos y toda suerte de curiosos moradores, especialmente los insectos.
No tendría que esperar tanto para ver cómo se derrumban algunas de las grandes obras arquitectónicas que suponen un orgullo para los ingenieros; los cálculos indican que la mayoría de los puentes colgantes de EE UU se desplomarían transcurridos apenas 300 años. Si usted pudiera dar un paseo por su ciudad, encontraría árboles creciendo dentro de casas derrumbadas, con nidos en sus copas; los lobos y coyotes patrullarían los barrios urbanos derruidos en busca de presas. Y el cielo estaría dominado por halcones y águilas.
Le asalta una pregunta: ¿qué materiales hechos por humanos podrían aguantar prácticamente intactos? Plásticos y PVC, "hasta que aparezcan microbios capaces de digerirlos", responde Weisman. Y el bronce, una aleación de metales muy resistente. En esta lista habría que añadir el vidrio convencional -los hallazgos arqueológicos indican que ya se fabricaba a orillas del Nilo hacia el año 1250 antes de Cristo- y su homólogo más sintético, la fibra de vidrio, "un material prácticamente indestructible al estar hecho de arena".
Algunas de estas sustancias perdurables con la marca humana impresa en ella no van a gustarle. Los elementos radiactivos de los misiles nucleares se liberarían a la atmósfera por culpa de la corrosión acelerada, aunque eso no sucedería hasta transcurridos 5.000 años, pero permanecerían allí mucho más tiempo... Al igual que los contaminantes y los isótopos de las centrales nucleares. El plomo exhalado por el tubo de escape de los coches y depositado en el suelo tardaría unos 35.000 años en disiparse.
Desaparecido el ser humano, ¿tenemos que presumir que el resto de los animales saldría beneficiado? Si se ha catalogado al hombre como el mayor destructor de especies -una peste planetaria para los ecologistas más extremistas-, su extinción definitiva dejaría un mundo de ganadores y perdedores. En opinión de Edward O. Wilson, biólogo de la Universidad de Harvard, los animales domésticos serían los primeros en perder la batalla, una vez evaporados sus protectores humanos. Y desde luego, los cultivos y plantas traídos por la mano humana serían "barridos de la Tierra en uno o dos siglos", según comentó Wilson a Discover.
Las primeras víctimas nos resultan muy familiares: vacas, toros, bueyes, cerdos, gallinas, cabras, ovejas... Una regresión del ganado doméstico a sus antecesores silvestres parece bastante improbable. El auroch, un toro prehistórico, fue la última forma salvaje, y se extinguió en 1627. Hoy, sus descendientes domesticados apenas tienen capacidad de defensa "Los hemos convertido en máquinas de digerir", dice Weisman; máquinas que necesitan de la protección de los pastores, las cercas, los vaqueros... Sin humanos, a los carnívoros de todo el mundo les espera un gran festín, como si antes de despedirse les hubiéramos regalado una cantidad inconcebible de filetes gratis.
No existen prácticamente lugares en la Tierra privados de la presencia humana, salvo algunas partes de la Antártida y las cimas de los tepuyes venezolanos. Se trata de montañas que se yerguen en la sabana y en la selva, formaciones de arenisca de 3.600 millones de años que a veces alcanzan más de 2.000 metros de altura, en cuyas cimas presumiblemente han vivido plantas y animales evolucionando de forma aislada. Los tepuyes son un caso excepcional, y algunos nunca han sido hollados por el hombre. Sin embargo, no buscamos una naturaleza primigenia; el experimento consiste en observar si un ecosistema que contuvo seres humanos puede retornar a ser lo que fue.
Uno de ellos es una franja desmilitarizada de terreno de 250 kilómetros de largo por cuatro kilómetros de ancho, que separa las dos Coreas. Fue instaurada en 1953 después de la guerra, y durante más de medio siglo ha permanecido libre de influencia humana, quedando prohibidas las incursiones por ambos ejércitos. Desde el espacio, la zona (conocida en sus siglas inglesas como DMZ) ofrece una visión imponente; al este, el terreno montañoso está forrado de una densa jungla, mientras que en la parte más occidental, los ríos se retuercen en una red compleja formando deltas y marismas.
Técnicamente, después de la firma del armisticio, la zona DMZ sigue estando en guerra ?vigilada por dos millones de soldados? y, paradójicamente, se ha convertido en un paraíso. Se calcula que 20.000 especies de aves migratorias acuden allí a refugiarse; acuden osos y leopardos amur (prácticamente desaparecidos) e incluso se piensa que existen tigres tibetanos, oficialmente extinguidos en Corea. Lo irónico del caso es que si los dos países firmasen la paz, se abriría la puerta a la agricultura y al asentamiento por parte de los coreanos, lo que significaría el fin de este curioso Shangri-La. Aunque es una franja privilegiada, la presión humana a ambos lados sigue al acecho. En un mundo sin personas, de acuerdo con Wilson, depredadores como el leopardo amur y el propio tigre tibetano conocerían una libertad que no sería posible de otra forma, expandiéndose a otros lugares desde este paraíso-prisión llamado DMZ.
Los caballos, de acuerdo con Weisman, sí podrían sobrevivir. Proceden de América del Norte y se extendieron posteriormente a Europa y Asia. La llegada del hombre al continente americano supuso su extinción en estas tierras, pero sus homólogos fueron domesticados posteriormente por los europeos. El caballo fue reintroducido en América con la llegada de los primeros colonizadores españoles. Lo que se ha observado es que, a pesar de su domesticación, estos animales pueden adaptarse fácilmente a la vida salvaje (en Asia ya existen en estado silvestre). Un destino parecido podrían seguir los burros. Los perros, sin embargo, encontrarían una fuerte competición en este mundo pos-humano por parte de los coyotes y los lobos, y aunque no hay que descartar futuros híbridos y cruzamientos, su futuro es incierto. Los gatos, sin embargo, no han sido domesticados completamente. "Incluso con el estómago lleno, comienzan a cazar de inmediato". Su instinto les permitiría convertirse en formidables competidores de zorrillos y otros pequeños carnívoros.
Entre los perdedores, dos sorpresas: las cucarachas y las ratas. Para las primeras, el clima es un elemento que puede decantar la balanza hacia un lado o hacia otro. Si usted vivía en una ciudad de un clima relativamente frío, como Nueva York, Londres o Estocolmo, los edificios, sin electricidad ni calefacción, dejarán inermes a las cucarachas, que serán pasto fácil para otros depredadores. En otras ciudades de clima más cálido y tropical, la historia podría reescribirse de forma completamente distinta. En cuanto a las ratas, las que infectan las ciudades norteamericanas ?las ratas noruegas? vinieron transportadas por los colonos, y prácticamente viven de las sobras que la sociedad humana les deja. En un mundo donde la basura terminará por desaparecer, las ratas podrían ser pasto fácil de aves rapaces, lobos y coyotes. "Pueden esconderse en las alcantarillas, pero si no hay seres humanos no habrá comida y tendrán que subir a la superficie", dice Weisman. En cuanto a las ratas de campo, se ha comprobado que actualmente compiten con bastante éxito contra sus homólogas urbanas. Sin personas, es probable que encuentren su propio camino.
En un mundo a merced de las tormentas, las inundaciones, los incendios, ¿que sucedería con el clima y los océanos? Al igual que la zona DMZ, en el mar todavía existen Shangri-Las. Uno de ellos es el arrecife Kingman, un paraíso coralino ubicado a 1.600 kilómetros al suroeste de Oahu, en el Pacífico. Allí no vive gente, y de acuerdo con el oceanógrafo Jeremy Jackson, del Instituto Scripps de Investigación Oceanográfica, en una zambullida uno puede ver "hasta veinte o treinta tiburones grises", acompañados de otros peces de gran tamaño. En la isla de Palmira, que tiene una población que no llega a veinte personas, es difícil percibir el fondo debido a la abundancia de animales. Sin embargo, en otros lugares cercanos, como el atolón de Kiribati -con una población de 5.000 personas-, el pobre aspecto de los corales rodeados de peces minúsculos da una idea del impacto humano y sus consecuencias. El océano del futuro, describe Jackson, es un lugar de aguas pobres en oxígeno, ricas en bacterias y medusas por culpa de los fertilizantes que ahora recibe. Sin seres humanos, los mares dejarían de ser las cloacas del mundo. La mayoría de los grandes depredadores marinos -ahora en declive- se "recuperarían". Volveríamos a los mares de los tiempos de Colón, cuyas tripulaciones se encontraban a menudo con diez tipos de bestias marinas más grandes que sus carabelas. En el Caribe es posible que usted pudiera orientar su embarcación "por culpa de los sonidos de las tortugas verdes al nadar", tal como describía el pirata francés Alexandre Olivier Exquemelin a finales del siglo XVII. O, si se tratara del Pacífico, es muy posible que "hordas de voraces tiburones mordieran los remos" de su bote en las aguas de la isla de Navidad, en Kiribati, según el testimonio escrito en 1777 por James Trevenen, el oficial a bordo del barco del Capitán Cook.
El binomio Homo sapiens-océanos tiene mucho que ver con el clima y el calentamiento global. Con las chimeneas apagadas y los coches detenidos, sería como reescribir un nuevo Protocolo de Kioto en su versión más radical: nada de gases de invernadero, emisiones cero. ¿Cuánto tiempo se precisaría para que las concentraciones de dióxido de carbono retornaran a las de la época preindustrial? El mar es el mayor sumidero de este gas, junto con las plantas. Las aguas que están en la superficie son las que absorben CO2, aunque tienen un límite -se van haciendo más ácidas- mientras que se intercambian con las aguas del fondo cada mil años, según los expertos. El mar "tardaría unos mil años en absorber el 80% de todo el exceso de carbono que hemos echado a la atmósfera durante la época industrial", indica Weisman.
Recuperar íntegramente la atmósfera que respirábamos antes de empezar a quemar carbón -o, en otras palabras, absorber el 20% restante- llevaría unos 300.000 años. No son noticias alentadoras ante un mundo que se replantea en la actualidad cómo luchar contra el calentamiento global frenando en lo posible las emisiones de gases de invernadero.
En este ejercicio de ecología-ficción, usted es testigo de un mundo sin humanos desde su desaparición hasta este momento. ¿Que ocurriría tras millones de años? ¿Encontraría quizá a otro ser inteligente que ocuparía el lugar del hombre? Por su propia naturaleza, la evolución biológica resulta impredecible; al contrario que Hollywood, cuya versión de la evolución rebobinada al revés produce los monos parlantes de El planeta de los simios.
Hoy existen unos 6.600 millones de primates bípedos ?el Homo sapiens?, un número astronómico respecto a nuestros primos más cercanos, los chimpancés. A principios del siglo XX se estimaba una población en África que rondaba los dos millones de individuos. En la actualidad podrían quedar unos 150.000. Los gorilas no corren mejor suerte (la especie de llanura estaría representada por unos 94.000 individuos, en declive por culpa del Ébola y el furtivismo, y el de montaña no sobrepasaría los 700). Si la presión de miles de millones de seres humanos se evaporase, ¿cómo afectaría a la población de grandes monos? De acuerdo con Weisman, los babuinos podrían tener su buena oportunidad. Según Michael Wilson, director del Centro de Investigación de Campo en Gombe (Tanzania) y reputado primatólogo, estos primates se han adaptado perfectamente al hábitat boscoso como la sabana. Podrían ser los primeros en prosperar, mientras que los chimpancés ?perfectos matadores con un éxito en sus cacerías boscosas de hasta un 80%? les seguirían, con el presumible avance de los bosques.
Un planeta Tierra sin seres humanos deja un hálito de cierta nostalgia y tristeza, y no es algo ni mucho menos deseable, concluye Weisman. Al fin y al cabo, el hombre es una parte integral de la naturaleza.
Hay una conclusión inesperada, y es el resurgimiento -y un profundo respeto- de lo que Weisman califica como "los héroes que mantienen nuestra civilización"; una larga lista de operarios, técnicos de mantenimiento de edificios, barrenderos, trabajadores que recogen la basura y que limpian calles, puentes, cristales, y que impiden que el agua penetre en los tejados. En definitiva, personas cuyos empleos no están bien pagados, cuyos trabajos están considerados injustamente como "de perfil bajo". "Durante mi investigación no necesité hablar con ningún político. En realidad, no nos hacen falta; sin políticos seguiríamos haciendo arte, comercio... Pero sin las personas que mantienen los pavimentos, puentes, túneles de metro... ocurriría un desastre. No tendríamos civilización".

ALTA TECNOLOGIA EN LAS OLIMPIADAS

Quienes hemos seguido los Juegos Olímpicos por televisión, hemos visto exhibiciones extraordinarias de destreza y caídas de records. Además de la evolución de las técnicas en todas las actividades, incluso la ceremonia inaugural, varios factores han contribuido a que estas Olimpiadas sean las más espectaculares en todo sentido, incluyendo la cantidad de récords batidos. Probablemente el factor más importante sea el cambio en la naturaleza de las Olimpiadas, que ha pasado a ser una empresa comercial que mueve miles de millones de dólares.
· EL INCENTIVO
En1913, JimThorpe*, considerado el mejor atleta del mundo en aquel entonces, fue despojado de sus medallas olímpicas por haber jugado béisbol en segunda categoría, y haber recibido 2 dólares por juego, cuando las Olimpiadas eran un evento amateur. En cambio ahora, antes de que acabaran los juegos, varios atletas ya habían recibido ofertas millonarias de auspiciadores, mientras otros ya ganan millones como deportistas profesionales. El incentivo económico es uno de los principales motivos de constante progreso de todas las disciplinas, influyendo en todos los factores que determinan el nivel de desempeño.
Una preselección a temprana edad, años de entrenamiento y una dedicación total son factores determinantes. También lo es el avance de la medicina deportiva y todos los implementos que se usan en las diversas competencias. Probablemente los que más saltan a la vista, además de las pistolas, carabinas y arcos de las competencias de tiro, son las bicicletas y los nuevos trajes de los nadadores. Otros, menos notorios, como los zapatos y trajes de los corredores o la garrocha de fibra, también son de alta tecnología.
Otras ayudas tecnológicas no se ven, como el chaleco con hielo usado previamente a las carreras de largo aliento y los sofisticados aparatos para la detección de drogas prohibidas, aun en los caballos. Para determinar a los ganadores con diferencias de centésimas de segundo, se han desarrollado sistemas electrónicos con celdas fotoeléctricas, videos de alta definición de las competencias de los atletas, facilita medirlas con precisión y mostrar las competencias a millones de espectadores.
· EN EL AGUA
A partir de marzo de este año aparecieron las nuevas ropas Speedo LZR para competencias de natación. Aun antes de las Olimpiadas, los nadadores que las usaron habían quebrado 46 records mundiales. No cabe duda de que los nadadores se superan, pero el número de marcas batidas en 5 meses pone fuera de duda la influencia del nuevo traje. Tal vez el mejor ejemplo en las Olimpiadas es la nadadora Dara Torres, de 41 años, con medalla de plata (a una centésima de segundo del oro) en los 50 m libres.
Con paneles de poliuretano distribuidos en el torso y abdomen del nadador, el nuevo traje logra un perfil más hidrodinámico. Además, al haberse eliminado las costuras con soldadura ultrasónica, el traje ofrece menor resistencia al avance, mantiene su peso y crea menos turbulencia. Los resultados confirman su eficiencia.
· FRIO Y PRESIÓN
La medicina deportiva ha contribuido en muchas formas a mejorar el desempeño de los atletas. Entre los factores que limitan el rendimiento en las carreras de largo aliento, como la maratón, está la temperatura corporal. Los corredores alcanzan hasta 40 grados y más de uno ha quedado en el camino por haber “sobrecalentado”. A partir de los años 60 diversos atletas fueron sometidos a una temperatura de 5 grados, sus tiempos mejoraron de manera impresionante.
En las Olimpiadas de Atenas 2004, la maratonista estadounidense Deena Kastor antes de partir esperó sentada por varios minutos con un chaleco lleno de hielo, para luego ganar la medalla de bronce. En otra prueba, varios corredores estuvieron “calentando” media hora con chalecos de hielo y todos mejoraron sus tiempos. Según varios entrenadores, ya no cabe duda de que enfriar el cuerpo antes de la prueba posterga el recalentamiento en las carreras largas y mejora el desempeño.
Otro factor que contribuye a mejorarlo, aunque los especialistas no están seguros de cómo lo hace, es el traje. Al parecer el traje que ejerce presión tiene un efecto psicológico y ayuda a obtener el máximo esfuerzo de los músculos. En las pruebas que requieren precisión y coordinación, se cree que aumentan la “auto personalidad” y agudiza el sentido de control de los músculos. Según otros, estar vestido como “Superman” tiene efecto psicológico.
· LAS DROGAS
La tecnología ha avanzado en todos los frentes, incluyendo las drogas y los medios para detectarlas. Instrumentos que antes requerían de un laboratorio hoy caben en un maletín, y el cromatografía portátil puede detectar trazas de compuestos químicos. Por otra parte, se vienen desarrollando nuevas drogas con los más variados efectos. La tecnología ha avanzado por ambos lados, tanto por quienes tratan de mejorar artificialmente el rendimiento de los atletas como por parte de los que tratan de detectar sus esfuerzos. Pero el debate va por otro lado.
Según un reciente artículo en la revista ”Science”, de la larga lista de sustancias prohibidas por la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés), son pocas aquellas cuyo efectos se ha podido comprobar. Sobre los esteroides anabólicos no cabe duda. Todos recuerdan a las atletas de Alemania Oriental, cuyos récords no se pueden batir desde que se eliminaron los esteroides hace más de 20 años. También se sabe que las anfetaminas aumentan el rendimiento por corto tiempo, pero sobre otras drogas existe poca información. Hay drogas que aumentan la capacidad de absorber oxígeno, y otras que insensibilizan, siendo una de las más complicadas la mezcla usada por ciclistas, detectada recientemente.
Desde la creación en 1999 de la WADA, se han ido añadiendo constantemente nuevos nombres a la lista de sustancias prohibidas. Según los especialistas, si bien no se sabe en muchos casos qué efecto tiene una droga, si es que lo tiene, no se pierde nada con prohibirla. El mensaje que se quiere dar es “no use ninguna droga”, a riesgo de arruinar su carrera. Dentro de este mismo espíritu, el quitar una sustancia de la lista daría un mensaje negativo. Mientras el debate sigue, la última novedad en el campo de la medicina deportiva es el uso de la resonancia magnética para buscar en el cerebro qué diferencia a los ganadores de los que se deprimen ante una derrota. ¿Encontrarán el alma?
· Jim Thorpe. (1555-1963) fue un indio estadounidense que en los JJ.OO. de Estocolmo de 1912 gano el pentatlón y decatlón. Fue considerado el atleta mas completo del mundo y du récord se mantuvo bastante tiempo.


UNA EXPLOSIVA EVOLUCION: DE LA POLVORA
CHINA AL POTENTE CD-4
En todos los continentes, desde la calle Tarata hasta Bali, pasando por Madrid, hace algunas semanas Londres y casi a diario en Iraq, los explosivos hacen noticia (con la pérdida de vidas que esto implica). La explosión, una liberación súbita de energía química, de acuerdo con el material y el volumen, puede causar grandes destrozos. Al contrario de lo que algunos creen, lo que destruyó la torres de Nueva York (11 de septiembre del 2001) no fue una explosión, sino una combinación de impacto y combustión.
La combustión es una reacción química por la que un combustible se combina con el oxígeno del aire liberando energía en forma de calor y luz. El combustible—como el kerosene de los aviones que se estrellaron en Nueva York— requiere del oxígeno del aire para quemarse. Se puede apagar un cigarrillo en gasolina sin que esta se incendie (aunque no aconsejo probarlo), pues no es explosiva. En cambio, un tanque de gasolina vacío es explosivo, porque contiene una mezcla de aire (20% oxígeno) y vapor de gasolina, que están en condiciones de combinarse ante una chispa. La explosión química es la liberación de energía por la combustión casi instantánea de un material ‘autoportante’ de oxígeno. A diferencia del combustible, los explosivos contienen su propio oxidante, por lo que no necesitan estar en contacto con el aire para entrar en combustión y, cuando lo hacen, expanden liberando energía térmica, cinética (movimiento) y luz.
El ruido es producto de la energía cinética que mueve el aire. Existen otras explosiones como la nuclear (bomba atómica) o el láser de gran intensidad que gasifica materia haciéndola reventar, o una descarga eléctrica que causa expansión por un alza repentina de temperatura; aquí nos ocuparemos solo de los explosivos químicos.
· CON OXIDANTE
Todos los explosivos son compuestos que llevan su propio oxidante, requieren algún estimulo para reaccionar y cuando lo hacen, la reacción se propaga a alta velocidad. El primer explosivo, la pólvora negra, fue inventado por los chinos en el siglo IX y consta básicamente de nitrato de potasio, azufre y carbón.
Recién en el Renacimiento fue aplicado a las armas de fuego y se siguió utilizando en la misma forma hasta el siglo XVIII, en que se descubrió la pólvora sin humo.
El cambio fue la introducción de la nitrocelulosa, a partir de las guerras napoleónicas. La pólvora sin humo moderna también llamada ‘poudre’ (de polvo en francés) fue inventada en 1986 y está compuesta de un ‘algodón de nitrocelulosa’ con éter y alcohol. Esencialmente es la pólvora utilizada en las armas de fuego hasta hoy. Entre los explosivos que constan de una mezcla de combustible y oxidante está el ammonal, una mezcla de nitrato de amonio y polvo de aluminio, los explosivos Sprengel (inventados en 1870 por el alemán Germann, Sprengel), que consisten de una mezcla de fuertes oxidantes con combustibles altamente reactivos, cloratos y nitroaromáticos.
Otro explosivo de mezcla es el anfo (Amonium Nitrate & Fuel Oil), una mezcla de nitrato de amonio con petróleo, muy usado en minería y por los terroristas. Otros explosivos de mezcla son los de perclorato con petróleo y los llamados ‘oxilíquidos’, mezcla de materia orgánica y oxígeno liquido. Luego están los explosivos químicamente puros. Estos son los que constan de un solo tipo de molécula, inestable, como la nitroglicerina y son los de mayor potencia.
· LOS MÁS POTENTES
Los explosivos de alta potencia se detonan a una velocidad de 1000 a 8500 metros por segundo. Esto significa que un cubo de 85 centímetros de nitroglicerina detona íntegramente en una diezmilésima de segundo, para todos los efectos en forma instantánea. La nitroglicerina es una molécula de trinitrooxipropano, un poco más pesada que el agua (densidad 1,13), que por encima de los 13 grados es un líquido grasoso amarillento, y se descompone a los 50 grados. Altamente inestable, la nitroglicerina puede explotar no solo por temperatura sino por un golpe, haciendo muy peligroso su transporte. Su punto de congelación es 13 grados, y sólida es aún más peligrosa.
El trinitrotolueno (TNT) es un hidrocarburo aromático cristalino de color amarillento que se derrite a los 81 grados y mezclado con el nitrato de amonio forma el amatol. A diferencia de la nitroglicerina, el TNT es muy estable, soporta golpes, no reacciona con metales ni absorbe agua, y debe ser detonado por un fulminante.
Su debilidad es que lo atacan los compuestos alcalinos que lo vuelven inestable y propenso a explotar, El TNT se usa como unidad para medir la potencia de los explosivos. Cuando se habla de la potencia de una bomba nuclear en ’megatones’, se refiere a millones de toneladas de TNT. Aquí es interesante observar que cualquier explosivo químico, a igualdad de volumen, contiene menos energía que la gasolina o el azúcar, porque tiene que cargar su propio oxidante.
La dinamita, el gran invento de Alfred Nobel patentado en 1867, es nitroglicerina mezclada con tierra de diatomitas (un mineral sedimentario de apariencia similar a la tiza, blando y liviano). Las diatomitas, esqueletos calcáreos fósiles de microorganismos, tienen características físicas que estabilizan la nitroglicerina. La dinamita es un explosivo de alta potencia pero muy estable, lo que permite manipularlo y emplearlo con seguridad. La dinamita hizo posibles obras de ingeniería como el Canal de Panamá gracias a su combinación de cualidades: gran potencia explosiva y seguridad para manipularla.
Entre los explosivos potentes está el PETN (Pentrita), altamente explosivo, que se usa principalmente como detonante y en la munición de pequeño calibre. También se usa en los detonadores de las minas yen cierto tipo de mechas, pues tienen un avance de siete kilómetros por segundo. Este explosivo tiene un segundo uso en medicina, como vaso dilatador.
· MÁS QUE FICCIÓN
Hemos mencionado los explosivos más conocidos y empleados, de los cuales existen diversas variantes. El principio en todos es el mismo: la liberación casi instantánea de energía térmica que produce expansión.
Una onda de choque, generalmente acompañada de luz y el consiguiente ruido -que llamamos explosión- se produce en forma perpendicular a la superficie del material explosivo, por lo que una esfera produce el efecto en todas direcciones. La forma y el material explosivo utilizado determinan los efectos de la explosión.
Gracias a los explosivos se ha podido construir grandes obras de ingeniería, explotar minas, construir túneles y abrir puertos. Pero también se han destruido ciudades e incontables vidas. Hoy los explosivos están en primera plana debido al terrorismo. Desde humilde anfo, fácil de fabricar, usado en la bomba de Oklahoma, hasta el sofisticado C-4, han sido usados por los terroristas. Hoy, sofisticados procesos permiten marcar ciertos componentes de modo que se pueda identificar el origen del explosivo después de su detonación.
Otro factor que ha influido en el empleo de los explosivos es el avance de la electrónica. Gracias a la eficiencia de las comunicaciones es posible detonar un explosivo por teléfono desde un país distante. A medida que los explosivos se perfeccionan y los métodos para transportarlos con seguridad y detonarlos se vuelven más sofisticados, también evolucionan los medios para detectarlos. Desgraciadamente, fabricar explosivos es relativamente fácil, y siempre fue más fácil destruir que construir.

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